caída libre

"A mi la lluvia no me inspira".. canta birabent desde una radio que pretende ser rock nacional. Y Emilio trata de ser sordo, sumergiéndose en la planilla de números que le toca hoy. No esta ahí, simulando estarlo. O quizás esta, pero no puede aceptarlo.
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Inversión. Riesgo. Retorno. Escenario optimista… Mierda. Que bajo había caído para estar eligiendo entre el menor de dos males. Nadie se atrevía a cambiar de radio, y él mucho menos a cambiar de laburo. Los pocos momentos de nada, cual subte, breve caminata, almuerzo, o cola en algún banco, le disparaban geniales ideas salvadoras, que transformarían su vida y su personalidad con tan solo una pizca de suerte y empeño. La suerte nunca le falló demasiado, y al empeño no lograba convencerlo a tomar más que un par de mates. Su verdadera transgresión era no transgredir. La realidad le ponía enfrente ejemplares dóciles, obedientes, que a su entender eran almas reprimidas, cobardes, sometidas. Le costaba aceptar su simpleza. La hipótesis mas sencilla era la más difícil de creer. Y todo ese tiempo había sido tan tonto. Tan seguro de ser diferente. No creía tener la cantidad de consciencia requerida para ver cuan tonto era. Odiaba ese odio ingrato que sentía por todos esos obedientes. Y así de incoherentemente, con pedazos de admiración que se filtraban por la ira, él estaba ahí con ellos. Y sentía que no sería él sin ellos.
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Escenario Neutral. Retorno esperado. Riesgo controlado. Esa parecía haber sido su casilla de ajedrez elegida. Inconscientemente, pero no tanto. Uno nunca es tan inconsciente. Pero si inteligente para buscar excusas. Sus amigos mas cercanos y los no tanto tenían una larga lista de adjetivos originales para describir su personalidad. Una lista cada vez más diversa. Camaleónicamente amoldada a x momento y situación. Confundiéndolo y confundiéndose en un sinfín de nada, que sorpresivamente terminaba adorando. No poder definirse. No saber quien era. Llegaba a cuestionarse si aquellos a los que llamaba sus amigos, no eran tramposamente elegidos por su lado narcicista para ser marionetas que interpreten la obra que el necesitaba ver. Esta idea lo aterrorizaba, para luego tranquilizarse pensando que él era fiel a sí mismo, y si así de egoísta y superficial resultaba, al menos era honesto y no hipócrita. Cuestión que todo esto nunca lo ayudaba. Ni él ni nadie sabía cual de sus múltiples polos iba a tomar finalmente la batuta.
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Escenario pesimista. Retorno negativo. Inversión no recuperada. Elecciones. Riesgo no controlado. A mi la lluvia no me inspira. Inspiración le sobraba. Ese era su problema. Por eso era más fácil buscarse afuera. Adentro solo caos. Cada vez que lo intentaba tardaba largas horas en llegar al otro lado del túnel. Y no siempre había un túnel con fin. El cuidado de los excesos y el trazo de los límites eran tareas que ninguno de sus yoes sabía realizar, quedando siempre vacantes a pesar de la buena paga. Riesgos no controlados: 12%.”La temperatura en la ciudad ronda los 19 grados, y se espera que continúen las tormentas, con un brusco descenso de temperatura para el día de mañana”, escupe la radio.
Imprime su reporte y repite en su cabeza la última línea: “Riesgos no controlados: 12%”. “19 grados de temperatura”… y abre la puerta para oler la humedad. Se pone el piloto, sale a conversar con la lluvia, y antes de la esquina se tropieza con una nueva evasión.
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