expresa lo que guardas.

9.6.07

ameeeeen

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Lara cerró los ojos poco después de las 4 de la mañana. La despertaron los mensajes en su celular que leyó de reojo y borró.
El tallo de una flor se atascó bajo la puerta de su cuarto cuando trató de abrirla. Al salir, caminó sobre otras 14 rosas desparramadas en el pasillo, cuidando de no pisar espinas. Recibió con paciencia los abrazos eufóricos de sus padres, agradeció las rosas, la medalla de la virgen niña, y se excusó para ir al baño.
Esa mañana, la casa que tenían los Ortelli frente al río se había transformado en la sala V.I.P. de una selva tropical adornada con desfiles de hormigas blancas que armaban mesas, llenaban freezers y vestían arbustros con guirnaldas de raso. Y rasa seguía siendo Lara: adelante y atrás, 75-62-70 seguía marcando el mismo metro que usaba para medir su altura. 75-62-70 seguían mostrando los 3 espejos del baño desde los 360 grados. Lara suspiró. Se colgó la medalla en el cuello y volvió a su cuarto a llamar a Matías.
-“¿Tenés todo listo atorrante? ¿No me vas a fallar no?”
- “No nena, quedate tranquila. ¡Ah, y feliz cumpleaños!”
-“Shhh. Calláte querés”.
El resto de las horas del día se llenaron de peluquería, manicuría, pedicuría, y otras habladurías que no lograron que Lara sonriera.El disfraz de Heidi que había elegido le quedaba un poco grande, pero igual la convenció. A Matías el traje del Guasón le iba perfecto.
Volvieron a la casa que les costó reconocer y a los empujones lograron llegar a la orilla.
-“¿Repasamos la lista?” pidió Lara, y Matías se sacó los audífonos.
- “¿Beethoven, Bach, Vivaldi, los clásicos?”
- “Si”. Aseguró Matías.
- “¿Heavy Metal y Punk?”
- “Listo”.
- “¿Jugo de uva, de manzana. Te frío?”
- “Si”.
- “¿Contratación de mimo?”
- “Si”.
- “¿Qué nos queda?... ¿Vos llamás a la policía?”
- “Si, pero hacéme acordar mas tarde”.

Los casi 100 invitados fueron invadiendo el jardín, repitiendo los mismos disfraces en variedad de estaturas, grosores y tonos de voz. Los flashes fueron disparados y las copas llenadas.
Las amigas de Lara en vestidos tan cortos como ajustados, con corpiños armados y tacos altos, trataban de evitar la escalera para ir al toilet en grupos de cinco o más.
Las fiestas de 15 eran un acontecimiento social casi protocolar en aquel pueblo. Pero cumplir 15 para Lara significaba el fin de su alegría disimulada con buen maquillaje.
Quería que todos compartieran su duelo ese día. La única fiesta que podía soportar era una donde todos se aburran tanto como ella, y parecía estar teniendo éxito.
Escondida en su cuarto, observaba minuciosamente la esperada decadencia: la música clásica de fondo para las copas llenas de jugos; los mozos desconcertados por la desaparición del alcohol; el bajo tono de las conversaciones y un mimo que no se cansaba de ser ignorado.
Escuchó el ruido del heavy metal y apenas sonrió. Los supermans, hombres arañas y batmans estaban parados en la pista, sin poder bailar con las mujeres maravilla, blancanieves y cenicientas que esperaban sentadas que cambie la música.
-“¿Llamaste a la policía?” bajó a recordarle a Matías.- “Si, pero no me atiende nadie. Nos escapamos un rato así te doy el regalo?” le gritó él a través del ruido.
- “¿Que regalo, estas loco?”
- “Dale, vení vamos”.
Casi con violencia la arrastró hacia la costa, y en la oscuridad sintieron los primeros truenos, segundos antes que las gotas en la piel. Lara trató de zafarse para volver, pero Matías la frenó, sujetando fuertemente su muñeca. Tapándole los ojos con torpeza le dio un beso tembloroso en los labios mojados. -“Te quiero nena”.
Ella no dijo nada y el maquillaje se le empezaba a correr.
El chaparrón pasajero refrescó los casi 30 grados de esa noche de verano. También desinhibió a los invitados que saltaban al son de la música punk.
Lara los miraba desde lejos. La fiesta había sido un fracaso. Todos se divertían.
Matías la abrazó y ella sintió una nueva sensación en el cuerpo que la hizo reír.
Caminaron hacia la costa cuando dejaba de llover y en el pasto quedo tirada la medalla de la virgen niña.
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